¿Qué se puede decir hoy, años después, si todas las palabras parecen vacías? ¿Cómo homenajear a los que fueron arrebatados por aquella zarpa infame cuando todos los homenajes resultan huecos? Tantos actos por doquier, tantos tributos, melodías, poemas y flores. Todo sobra. Nada alcanza. Ningún discurso, por más sentido, podrá otorgar a las víctimas la justicia que una comisión inoperante no ha sido capaz de concretar. Y sigue en pie la pregunta que más dolor causa: ¿Por qué el terror se ensaña con los inocentes?
Hoy el cielo vuelve a ser gris de humo y llanto. Sólo el testimonio de los que estuvieron allí vale como imagen perenne. Para los demás, la memoria y el silencio. En este día es necesario ejercer el respeto. Que los poderes políticos y mediáticos no intenten ganar rédito con el desconsuelo y de una vez por todas hagan algo. Algo para que este horror no se repita. Para que los humildes no tengan que pagar nunca más por las locuras de los poderosos.
Todos unidos estamos
para luchar con ardor
contra esos seres que no saben
de la vida, su valor.
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